El psicólogo será clave en la cuarta ola invisible de covid: la salud mental

El psicólogo valenciano Enric Valls reivindica la normalización de la figura del especialista en salud mental como un pilar fundamental para el bienestar social y vaticina que la cuarta ola de la pandemia será la «silenciosa» o «invisible», con ansiedad, estrés, miedo, fobias y problemas de familia y pareja.

Desde su consulta en Valencia, el especialista recibe cada día más pacientes con problemas derivados del cansancio acumulado después de tantos meses de restricciones, por la llamada «fatiga pandémica» que cada vez interfiere más hondamente en el bienestar mental de la ciudadanía.

Valls explica a EFE que cada vez «hay más gente que piensa que no le pasa nada y todo está bien, y de repente le entra ansiedad, pánico, fobias o desmotivación tremenda», y van en aumento los casos de «estrés postraumático por las pérdidas sin despedida y derivados de la soledad a la que se enfrentan muchas personas, porque hay gente que lleva un año sola sin tener ningún tipo de acercamiento».

Así, prevé que la cuarta ola de la pandemia será la de la salud mental y será una «ola silenciosa o invisible» con altas cargas de «sufrimiento, rabia e impotencia».

Desde el inicio de la pandemia en su consulta cada vez atiende a más personal sanitario, del cual, señala, «casi el 65 % presenta ansiedad y entre un 50-60 % una sintomatología depresiva».

Además ha aumentado el síndrome de «burnout» o del trabajador quemado -el cual implica un trastorno emocional vinculado al ámbito laboral por el cansancio y presión acumuladas- y que se presenta en este personal de primera línea: «Verbalizan que ya no pueden más, que quieren cambiar de trabajo y que sienten rechazo incluso al hecho de entrar al hospital».

Para el psicólogo la base de la salud y el bienestar mental se está viendo «gravemente afectada por la pandemia». En estos meses, ya casi un año, la salud mental, asevera, «debe estar presente y ser tratada como una urgencia», como «aquel que tiene un accidente y necesita acudir a un hospital».

Cuando uno tiene buena salud mental, según Valls, «se encuentra bien», pero «ahora mismo se dan muchos casos de inestabilidad laboral, incertidumbre, restricciones sociales, de movilidad, problemas familiares… y esto repercute en la persona».

Y apunta que desde la pandemia ha aumentado incluso el consumo de psicofármacos, porque muchas personas acuden a su médico de cabecera o al psiquiatra y relatan que «no pueden dormir, que no quieren comer» y les están recetando medicamentos ante patologías ligadas a la salud mental, por lo que ha indicado que es necesario «no mirar para otro lado», sino «priorizar la salud mental».

Enric Valls ha indicado que antes de la covid-19, las estadísticas de salud mental eran «tremendas», y según la OMS «la depresión afectaba ya a 264 millones de personas en el mundo, y el suicidio era la segunda causa de muerte entre los jóvenes de entre 17 y 30 años».

En España, añade, «según el Comité de Defensa de Derechos Humanos de Confederación Salud Mental España», la ratio de profesionales de salud mental es tres veces inferior a la de la Unión Europea. Esta ratio estaría situada en 6 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, una cifra que en Europa se sitúa en 18 especialistas.

Por tanto, considera que «hay una asignatura pendiente por parte de los organismos públicos y las entidades privadas, que también pueden invertir en esto porque es invertir en salud y tranquilidad».

Valls aboga por «desechar la idea de que ir al psicólogo es algo de locos. Muy al contrario: acudir a un profesional es de persona fuerte, porque el que tiene buena autoestima reconoce sus capacidades y limitaciones y pide ayuda si no puede abarcarlo», resalta.

«El que niega y dice ‘a mí no me pasa nada’, rechaza la ayuda y verbaliza que está perfectamente bien», cuando no es así, demuestra en su opinión «que tiene miedo y no quiere afrontarlo».

Fuente: www.eldiario.es

Accidentes y Consecuencias Psicológicas

Observamos que ocurrido un accidente del trabajo grave y especialmente en el caso de los fatales, surge en la empresa un súbito interés por la salud y seguridad de los trabajadores. Las charlas son más enérgicas, los controles más duros y las reuniones de trabajo en la dirección de seguridad de la empresa más seguidos.

No es fácil dimensionar los efectos de los accidentes del trabajo. No solo son causa de enormes pérdidas materiales y de personas, también hay otras más ocultas y de menor visualización, pero, son consecuencias reales y dolorosas.

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Observamos que ocurrido un accidente del trabajo grave y especialmente en el caso de los fatales, surge en la empresa un súbito interés por la salud y seguridad de los trabajadores. Las charlas son más enérgicas, los controles más duros y las reuniones de trabajo en la dirección de seguridad de la empresa más seguidos. Todo ello conduce al colectivo a vivir momentos febriles provocando reacciones estresantes en los mandos las que del mismo modo llegan a los trabajadores. Se sabe muy bien que entre los resultados de las grandes catástrofes y desastres, sea en las escuelas, en el tráfico, en la vida social como los eventos provocados por atentados terroristas o los que ocurren en el trabajo, son por su propia naturaleza acontecimientos que en si mismo constituyen el origen o causa de preocupaciones que en su gravedad corresponden o manifiestan una proporcionalidad directa. Es decir, entre más traumático es el siniestro, mayor es el nivel de estrés que provoca en el colectivo. Así ocurrió luego del derrumbe de la Torres Gemelas y últimamente ha ocurrido en el tiroteo que dejó un resultado de catorce o quince cadáveres. Si observamos, la forma en que ocurrieron también podemos obtener resultados sobre el impacto en la población. En el primer caso respecto de las aero naves de pasajeros que se aproximan a la ciudad afectada y en el segundo el temor a los desconocido y a la sensación de estar siempre bajo la mira de un asesino ¿cuál temor es más terrible?.

Las consecuencias psicológica-social que provocan en la población o en los grupos menores es muy importante, porque sea o no de origen terrorista el siniestro siempre va a provocar un grado de paralización en las personas, derivado este de no tener repuesta inmediata a saber la causa del hecho, sus alcances y si violenta o amenaza su espacio de seguridad personal o familiar.

accidente-laboral-seguridad-social-Móstoles[1]Si tenemos como patrón estos factores, podremos comprender con facilidad que en el ámbito cerrado y más cercano de una empresa, en que las faenas generalmente tienen un nivel de permanencia que permite conocer al trabajador cercano o con el que se comparte instrucciones o tareas, nos percatamos que un siniestro, como uno de los que ocurre diariamente en el sector productivo sea en el tráfico, incendios –me recurso el ocurrido en los cerros de Valparaíso, que causó alarma nacional – o la caída mortal de un trabajador, son hechos que conmueven el colectivo y, aún cuando las empresas se encuentran legal y económicamente preparadas (digo en las grandes empresas) para soportar el impacto, no lo es menos que en el plano individual la situación es distinta, desde que el trabajador debe asumir su propio temor y la empresa aún no se encuentra preparada para responde a la rehabilitación psicológica o, lo que es peor, no le importa. Aún, cuando se conoce el resultado de ellas en cuanto producen un alto grado de indefensión y desestabilización de la armonía interna de las personas. Recuerdo una situación en una empresa siderúrgica de mi zona, en la que un trabajador ingresó a un foso que aún tenía residuos de argón, y lo hizo violentando todas las normas básicas de u8na faena peligrosa, pues se trataba de un espacio confibado de alta peligrosidad por el elemento que se encontraba presente: lo hizo sin haber medido previamente el nivel de gas existente; sin equipo de respiración independiente; sin ayuda de un compañero de trabajo. Ello trajo como consecuencia que el trabajador se desmayara producto del gas que respiraba. Otro trabajador que lo vio en ese peligro inminente dio aviso y corrió a reanimarlo, pero, igualmente sin protección ni previsión alguna. Pero, ello no es todo, finalmente un tercero pretendió socorrerlos corriendo al final la misma suerte. Este hecho y la investigación interna y judicial que sobrevino, puso a los trabajadores de todo ese departamento en situación de grave estrés, sin perjuicio que toda la empresa hizo del evento un tema de preocupación por largo tiempo, dejando a un lado cuestiones esenciales como lo es la prevención y el trabajo seguro. Ello, porque las interrogantes de ¿cómo ocurrió? ¿porqué ocurrió? ¿Quién es responsable? Se convirtieron en el life motiv de esos trabajadores por muchos meses.

Ello, para un psico-sociólogo laboral puede tener una respuesta científica, pero, lo claro es el accidente con resultado de tres fallecidos implica una desconfianza de los métodos de trabajo y de la seguridad, perturbando en esos trabajadores el sentido de seguridad de la vida en comunidad al menos durante la jornada laboral. Asimismo, el siniestro ataca el sentido de la vida, demostrando que esta es leve y delicada, tanto que cualquier evento y en cualquier instante puede cortarla con extrema facilidad. En este momento toda forma de confianza, en el trabajo, en la sociedad, en la forma de conducirse, en el colectivo, se ha deteriorado, sino, perdido.

Establecido como lo hemos hechos que los siniestros atacan la psiquis humana, debemos concluir, asimismo, que a continuación del impacto causado por el evento y en el plazo más corto una vez que se ha asumido el hecho como maligno o perverso para la vida y la salud, los individuos, en este caso los trabajadores, sufren efectos psico-patológicos de gravedad que indudablemente van a causar consecuencias somáticas y también y en primer lugar afectará la salud mental de quienes sufrieron el impacto. Ocurrido un siniestro de gravedad inmediatamente los trabajadores van a sufrir una vuelta a su propio interno, por lo que estarán cabizbajos, retraídos, irritables, tristeza y hasta un grado de culpabilidad cuando se interrogue a si mismo respecto porqué no se hizo nada para evitar el siniestro. En especial los trabajadores sufrirán una périda real y efectiva de encontrar felicidad o agrado en la realización de su trabajo. Esto debe ser un asunto claro para un gerente inteligente que desee recuperar a sus trabajadores en un cien por ciento.

Desde otro punto de vista, el trabajador va a comprometer su vida de hogar, incluso su vida de pareja, desde que le atacarán varios efectos indeseables como el insomnio, dolores de cabeza, hiper-activación. También perderá las ganas de comer en relación a lo que tenía antes del evento y ciertamente la pérdida del apetito sexual. Haqy permanentemente una respuesta interna, especialmente cuando el evento ha causado ruido, como explosiones, derrumbes, etc, ya que en este caso el trabajador despertará sobresaltado o exageradamente frente al golpe de una puerta que se cierra de súbito.

Se recomienda que los niveles gerenciales en recursos humanos puedan y deban atender estas situaciones, pues, el grado de estabilidad que se logre en cada uno de los trabajadores afectados por el trauma, también se logrará la estabilidad en una producción segura. De lo contrario se dará razón al mito que corre entre los trabajadores, que una desgracia atrae a la otra y la cadena no se termina sino en la tercera. Ello tiene un acierto científico, pues, como se dijo, los siniestros desmoralizan y desestabilizan a las personas y tienen razón los trabajadores cuando señalan que en estas circunstancias no solo es un accidente grave el que va a ocurrir, sino, que se aproximan otros, no por mala suerte o por mito, sino, porque se ha continuado laborando con trabajadores que psicológicamente se encuentran dañados y obviamente están propensos a los accidentes.

Implica esto, que ocurrido un accidente, la dirección de la empresa, especialmente el departamento ocupado de las personas, deben tomar cartas en el asunto y precaver que todos y cada uno de los trabajadores que sufrieron el siniestro o estuvieron en su proximidad, deben ser sometidos a un análisis psicológico laboral.